Memoria de Elefante
Tener memoria de elefante: Creencia popularmente aceptada que se instala en el siglo diecinueve y continúa hasta nuestros días, pasando al lenguaje cotidiano como una gran capacidad para recordar.
Esto trae a la memoria el cruel y terrible método usado para amaestrarlos y poder mostrarlos en espectáculos o como fuerza de trabajo. Desde pequeño es amarrado a una de sus patas y, sufriendo todo tipo de presiones físicas para ejecutar las ridículas piruetas que plantean sus domadores. Lo cierto es que cuando el elefante sale a la pista ya no tiene la cadena de siempre sino una delgada soga que produce el mismo efecto de contención.
La memoria en este caso modela la presencia de la propia cadena llevada desde siempre.
Las imágenes de seres sufrientes, mutilados o desesperados, si bien denunciaban los sucesos acaecidos y crímenes atroces cometidos, usando generalmente recursos de crudo expresionismo, con el tiempo comenzaron a perder eficacia.
En un primer momento fue necesario hacer visible la monumental destrucción de la que fuimos víctimas la gran mayoría de los argentinos. Pensamos que la realidad política y social a veces actualiza o desacomoda contenidos y la obra de arte no es univoca.
Aquello que por un tiempo fue una denuncia, lentamente parece devenir en difusión del terror. Ese lugar común sin verdadera crítica, esa liturgia vacía de contenido comienza a ser parte de lo que dice combatir. La cadena ya no está pero creemos que sí. Tratamos de hacer piruetas sin debatir por qué debemos hacerlas.
El terror apuntó a anular el deseo de reaccionar, el silencio; la inacción a veces es aconsejable y hasta deseable, pero en este caso la acción es el antídoto contra el terror.
Pintar retratos de la manera en que lo hacemos, fue consecuencia de plantear desde el mundo del arte, un pensamiento crítico, sobre cómo presentar y representar lo que fue el terrorismo de estado de la última dictadura militar en Argentina.
Por eso nuestros retratos tienen muchos autores, algunos sin experiencia, circunstanciales amigos con recuerdos parecidos, muchos de estos pintores han sido víctimas directas, familiares, tíos primos, padres, madres o hermanos, hijos y hasta nietos, que pintando recuerdan y nos recuerdan cómo vivíamos, qué sentíamos, qué queríamos.
No debemos tener memoria de elefante, sabemos que eso no es cierto. Tal vez sea mejor una memoria crítica que nos permita afrontar el futuro con alegría.
Arte Memoria Colectivo